Nacida en Ucrania, hija de un militar soviético, de origen bielorruso. Cuando su padre se retiró del Ejército, la familia se estableció en Bielorrusia y allí ella estudió periodismo en la Universidad de Minsk y trabajó en distintos medios de comunicación. Se dio a conocer con La guerra no tiene rostro de mujer, una obra que finalizó en 1983 pero que, por cuestionar clichés sobre el heroísmo soviético y por su crudeza, solo llegó a ser publicada dos años más tarde gracias al proceso de reformas conocido por la perestroika. El estreno de la versión teatral de aquella crónica descarnada en el teatro de la Taganka de Moscú, en 1985, marcó un hito en la apertura iniciada por el dirigente soviético Mijaíl Gorbachov.
Muy influida por el escritor Alés Adamóvich, al que considera su maestro, Alexiévich aborda sus temas con técnica de montaje documental. Su especialidad es dejar fluir las voces -monólogos y corales- en torno a las experiencias del "hombre rojo" o el "homo sovieticus" y también postsoviético.
La obra de Alexiévich gira en torno a la Unión Soviética para descomponer este concepto en destinos individuales y compartidos y, sobre todo, en tragedias concretas.
Alexiévich se mueve en el terreno del drama, explora las más terribles y desoladas vivencias y se asoma una y otra vez a la muerte. En 1989 publicó Los chicos de cinc sobre la experiencia de la guerra en Afganistán. Para escribirlo se recorrió el país entrevistando a madres de soldados que perecieron en la contienda. En 1993, publicó Cautivados por la muerte sobre los suicidios de quienes no habían podido sobrevivir al fin de la idea socialista.
En 1997, le tocó el turno a la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil en Voces de Chernóbil, publicado en castellano en 2006 por Editorial Siglo XXI, que reeditó el año pasado Penguin Random House.
El año pasado lanzó El fin del homo sovieticus, publicado en alemán y en ruso, y que en España editará Acantilado, a principios de 2016. En este nuevo documento, Alexiévich se propone "escuchar honestamente a todos los participantes del drama socialista", dice el prólogo. Afirma la escritora que el "homo sovieticus" sigue todavía vivo, y no es solo ruso, sino también bielorruso, turcomano, ucraniano, kazajo... "Ahora vivimos en distintos Estados, hablamos en distintas lenguas, pero somos inconfundibles, nos reconocen en seguida. Todos nosotros somos hijos del socialismo", afirma, refiriéndose a quienes son sus "vecinos por la memoria". "El mundo ha cambiado completamente y no estábamos verdaderamente preparados", dijo en una reciente entrevista a Le Monde. Atrapada aún en el espacio soviético, Alexiévich indaga con angustia y sufrimiento sobre el fin de una cultura, una civilización, unos mitos y unas esperanzas.
1985: La guerra no tiene rostro de mujer. En español: Debate, 2015.
1985: Los últimos testigos. Cien relatos nada infantiles. En español aparecerá en 2017.
1990: Los chicos de cinc. En español aparecerá en 2016, bajo el sello Debate.5
1994: Fascinados por la muerte. No traducido al español.
1997: Voces de Chernóbyl. Crónica del futuro. En español: Casiopea, 2002
2013: El fin del "Homo sovieticus". En español: Acantilado, 2015
lunes, 29 de febrero de 2016
domingo, 14 de febrero de 2016
Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones - Chester Himes
Ataúd o Ataúdes (Coffin) Ed Johnson y Sepulturero (Grave Digger) Jones son dos policías que trabajan en Harlem, Nueva York, en los años 60.
Se conocen desde niños, a finales de los años 30, cuando estudiaban en la escuela pública de la calle 112. Ambos están casados, viven en Jamaica, Queens y más adelante en Astoria, Long Island. Ataúd tiene una hija, Sugartit.
Negros como la noche, larguiruchos, desgarbados, desaliñados. Visten raídas gabardinas grises y abollados sombreros de alas dobladas en su primera novela y trajes de alpaca, camisas de algodón negras con el cuello abierto y sombrero de fieltro en las últimas, cuando ya sus cabellos cortos están matizados de gris y la grasa se acumula en su cintura. Son como una misma persona, sólo les diferencia el rostro lleno de cicatrices de Ataúd.
Trabajan en el turno de noche de la comisaría de la calle 126. No son ascendidos en 12 años pese a que gozan de la confianza de sus jefes: el capitán Brice y el teniente Anderson, ambos blancos.
Toscos y brutos. Son de una honradez inquebrantable, no reciben sobornos. No persiguen prostitutas, homosexuales, rateros o drogadictos, sólo a los violentos y a los camellos que inician a la gente en la droga y por tanto en el robo, el asesinato y la prostitución. Pasan de la burocracia, prefieren métodos más expeditivos aunque no siempre sean legales. Actúan con dureza y no dudan en disparar sus anticuados pistolas de plata y níquel del calibre 38, aunque sea al aire para poner orden al grito de "¡rectifiquen!" y "¡queo!"
En "Por amor a Imabelle" Jackson, el hombre enamorado de Imabelle, es víctima de un timo. Su hermano Goldy, disfrazado de Hermana de la Caridad, busca a los timadores mientras vende entradas para el cielo. Ataúd y Sepulturero se cruzan en su camino.
En "La banda de los musulmanes" un hombre blanco es asesinado en Harlem. El principal sospechoso lleva una pistola de fogueo. Los Musulmanes Molones (The Real Cool Moslems), una banda de negros con barbas postizas y túnicas a la que pertenece la hija de Ataúd, son testigos.
En "Cuando el calor aprieta" Pinky, un negro gigante y albino, hace sonar la alarma de incendios de la Iglesia de Riverside para llamar la atención de la policía sobre el supuesto asesinato de su padrastro.
"Un ciego con una pistola" es un retablo de escenas de Harlem. El pastor mormón con 10 mujeres que disfrazadas de monjas piden limosna. El homosexual blanco que busca de noche una boca tostada. El soldado negro, que ha vuelto de París a su mal llamado hogar y busca la fraternidad universal. Un falso doctor que vende la fórmula de la vida eterna. Los predicadores del Poder Negro y de Jesús Negro.
Himes escribe unos libros increíbles, auténticas novelas negras que nos muestran con crudeza como la droga y la violencia destruyen las calles, a veces de un modo absurdo, con consecuencias imprevisibles como "En un ciego con una pistola", para mi la mejor de las cuatro que he leído. Los prejuicios están muy presentes en sus libros, no siempre hacia los blancos, también hacia su propia raza. La mayoría de sus personajes, negros y blancos, destilan violencia y maldad, sólo unos pocos son inocentes. Y sus protagonistas, que defienden una justicia en la que no siempre creen.
Himes crea algunos secundarios inolvidables como las tres viudas negras de "Por amor a Imabelle", tres hombres negros que viven juntos disfrazados de mujeres: la monja hermana de Jackson, Catalina la Grande que dirige un burdel y Lady Zingara, que adivina el futuro. O Pinky y la Hermana Celestial, en "Cuando el calor aprieta". O el ciego que pretende no serlo. Destacaría también su retrato un camarero homosexual, lleno de matices para su época (1969).
Sin embargo, no creo que sean grandes novelas policíacas, es decir, hay crímenes, pero no siempre se resuelven coherentemente, o al menos yo no me he enterado.
Un tema interesante es el de las distintas ediciones. Es todo un reto traducir al castellano la lengua de Harlem. Unos utilizan los apodos originales de los detectives, otros los traducen. La de Bruguera (Por amor a Imabelle, 1980) ha envejecido un poco mal al haber volcado al argot de la época el lenguaje de Harlem (y el argot, al evolucionar más rápidamente que la lengua común, siempre envejece mal). La de Akal (La banda de los musulmanes, 2010) está más conseguida o quizás me lo parece por ser más actual. Las de Grijalbo y RBA (Cuando el calor aprieta, 1995 y Un ciego con una pistola, 2008), son bastante asépticas, quizás demasiado.
Para comer: Hamburguesa con ketchup, carne asada con coles y ensalada de patatas, quingombó de Nueva Orleans (cerdo fresco, mollejas de pollo, criadillas de cerdo y camarones gigantes con 26 variedades de especias y hierbas). De postre sandía helada.
Libros de Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones
Se conocen desde niños, a finales de los años 30, cuando estudiaban en la escuela pública de la calle 112. Ambos están casados, viven en Jamaica, Queens y más adelante en Astoria, Long Island. Ataúd tiene una hija, Sugartit.
Negros como la noche, larguiruchos, desgarbados, desaliñados. Visten raídas gabardinas grises y abollados sombreros de alas dobladas en su primera novela y trajes de alpaca, camisas de algodón negras con el cuello abierto y sombrero de fieltro en las últimas, cuando ya sus cabellos cortos están matizados de gris y la grasa se acumula en su cintura. Son como una misma persona, sólo les diferencia el rostro lleno de cicatrices de Ataúd.
Trabajan en el turno de noche de la comisaría de la calle 126. No son ascendidos en 12 años pese a que gozan de la confianza de sus jefes: el capitán Brice y el teniente Anderson, ambos blancos.
Toscos y brutos. Son de una honradez inquebrantable, no reciben sobornos. No persiguen prostitutas, homosexuales, rateros o drogadictos, sólo a los violentos y a los camellos que inician a la gente en la droga y por tanto en el robo, el asesinato y la prostitución. Pasan de la burocracia, prefieren métodos más expeditivos aunque no siempre sean legales. Actúan con dureza y no dudan en disparar sus anticuados pistolas de plata y níquel del calibre 38, aunque sea al aire para poner orden al grito de "¡rectifiquen!" y "¡queo!"
En "Por amor a Imabelle" Jackson, el hombre enamorado de Imabelle, es víctima de un timo. Su hermano Goldy, disfrazado de Hermana de la Caridad, busca a los timadores mientras vende entradas para el cielo. Ataúd y Sepulturero se cruzan en su camino.
En "La banda de los musulmanes" un hombre blanco es asesinado en Harlem. El principal sospechoso lleva una pistola de fogueo. Los Musulmanes Molones (The Real Cool Moslems), una banda de negros con barbas postizas y túnicas a la que pertenece la hija de Ataúd, son testigos.
En "Cuando el calor aprieta" Pinky, un negro gigante y albino, hace sonar la alarma de incendios de la Iglesia de Riverside para llamar la atención de la policía sobre el supuesto asesinato de su padrastro.
"Un ciego con una pistola" es un retablo de escenas de Harlem. El pastor mormón con 10 mujeres que disfrazadas de monjas piden limosna. El homosexual blanco que busca de noche una boca tostada. El soldado negro, que ha vuelto de París a su mal llamado hogar y busca la fraternidad universal. Un falso doctor que vende la fórmula de la vida eterna. Los predicadores del Poder Negro y de Jesús Negro.
Himes escribe unos libros increíbles, auténticas novelas negras que nos muestran con crudeza como la droga y la violencia destruyen las calles, a veces de un modo absurdo, con consecuencias imprevisibles como "En un ciego con una pistola", para mi la mejor de las cuatro que he leído. Los prejuicios están muy presentes en sus libros, no siempre hacia los blancos, también hacia su propia raza. La mayoría de sus personajes, negros y blancos, destilan violencia y maldad, sólo unos pocos son inocentes. Y sus protagonistas, que defienden una justicia en la que no siempre creen.
Himes crea algunos secundarios inolvidables como las tres viudas negras de "Por amor a Imabelle", tres hombres negros que viven juntos disfrazados de mujeres: la monja hermana de Jackson, Catalina la Grande que dirige un burdel y Lady Zingara, que adivina el futuro. O Pinky y la Hermana Celestial, en "Cuando el calor aprieta". O el ciego que pretende no serlo. Destacaría también su retrato un camarero homosexual, lleno de matices para su época (1969).
Sin embargo, no creo que sean grandes novelas policíacas, es decir, hay crímenes, pero no siempre se resuelven coherentemente, o al menos yo no me he enterado.
Un tema interesante es el de las distintas ediciones. Es todo un reto traducir al castellano la lengua de Harlem. Unos utilizan los apodos originales de los detectives, otros los traducen. La de Bruguera (Por amor a Imabelle, 1980) ha envejecido un poco mal al haber volcado al argot de la época el lenguaje de Harlem (y el argot, al evolucionar más rápidamente que la lengua común, siempre envejece mal). La de Akal (La banda de los musulmanes, 2010) está más conseguida o quizás me lo parece por ser más actual. Las de Grijalbo y RBA (Cuando el calor aprieta, 1995 y Un ciego con una pistola, 2008), son bastante asépticas, quizás demasiado.
Para comer: Hamburguesa con ketchup, carne asada con coles y ensalada de patatas, quingombó de Nueva Orleans (cerdo fresco, mollejas de pollo, criadillas de cerdo y camarones gigantes con 26 variedades de especias y hierbas). De postre sandía helada.
Libros de Ataúd Ed Johnson y Sepulturero Jones
- Por amor a Imabelle (For Love of Imabelle / A Rage in Harlem, 1957)
- La banda de los musulmanes / El jeque de Harlem (The Real Cool Killers, 1959)
- Un loco asesinato / El extraño asesinato (The Crazy Kill, 1959)
- El gran sueño de oro (The Big Gold Dream, 1960)
- Todos muertos (All Shot Up, 1960)
- Algodón en Harlem (Cotton Comes to Harlem, 1965)
- Empieza el calor / Cuando el calor arrecia / Cuando el calor aprieta (The Heat's On / Come Back, Charleston Blue, 1966)
- Un ciego con una pistola (Blind Man with a Pistol / Hot Day Hot Night, 1969)
- Plan B (Plan B, 1993)
sábado, 13 de febrero de 2016
Vivir de noche de Dennis Lehane
«Unos años después, en un remolcador en el golfo de México,
Joe Coughlin tenía los pies metidos en un cubo de cemento. Doce pistoleros
esperaban a internarse suficientemente en el mar para arrojarlo por la borda,
mientras el escuchaba el ruido del motor y observaba la espuma blanca del agua
en la quilla.»
Así comienza esta novela, para volver rápidamente al año
1926 en Boston, donde un joven, Joe Coughlin, hijo de un prestigioso capitán de la policía de la
ciudad, está avanzando en su carrera delictiva, aquella que comenzó a los trece
años quemando kioscos de periódicos.
Joe pronto descubre que la vida "durante el
día" no tiene nada que ofrecerle y se dedica a dar unos cuantos golpes que
le permitan conseguir dinero fácil. Pero las cosas no salen como había planeado
y Joe se ve obligado a pasar dos años en la cárcel, de donde saldrá con fuerzas
renovadas y un gran aprendizaje a sus espaldas, con los que se dirige a Florida
a ocuparse del mercado del ron.
Joe Coughlin no está siguiendo precisamente los pasos de su
padre. Empezó con pequeños hurtos, pero ya ha dado el salto a crímenes de más
envergadura. Su ascendente carrera en el mundo de los gangsters en plena
Prohibición lo llevará del Boston de la Edad del Jazz al barrio latino de Tampa
y las calles de Cuba. Y en su camino se cruzará una mujer, Emma Gould, que
cambiará para siempre su vida.
Vivir de noche es una historia que trata de la mafia, sí,
pero de muchas otras cosas que llenan las páginas de una atmósfera intrigante,
de cine en blanco y negro, en plena época de la Ley Seca, con gansters, rubias
peligrosas, garitos y destilerías clandestinas, alcohol de contrabando, atracos
y tiroteos en las calles, asesinatos y policías comprados, y hasta el ku klus
klan. También es una historia que habla de amor, de traición, de lealtad, de
amistad, de redención, de venganza. Todo ello narrado de forma impecable, con naturalidad,
precisión y maestría, sin que la historia decaiga o aburra en ningún momento.
Es una novela negra, pura y dura, sin dudas a la hora de
clasificarla. Y sin embargo, muy
original porque huye del maniqueísmo, de buenos y de malos. Porque las
diferencias entre los considerados buenos y malos, legales o carne de presidio,
sólo son meras etiquetas y conveniencias sociales:
«Tu te tragas todo eso de que el mundo hay buena gente y
mala gente. Un prestamista le parte la pierna a un tío porque no paga sus
deudas, y un banquero le quita la casa a alguien por el mismo motivo, pero tú
crees que son diferentes, como si el banquero se limitara a hacer su trabajo y
el prestamista fuese un criminal. Yo prefiero al prestamista porque no intenta
parecer otra cosa, y creo que el banquero debería ocupar mi sitio entre rejas.»
(Página 181)
Vivir de noche es una
novela con mucha acción, pues ambientada en la época de la ley seca, con
constantes guerras por la supervivencia y el control de las ciudades, no podía
ser de otra manera. Joe es un personaje de muchos matices, a veces honesto y a veces brutal, capaz de lo mejor y de lo peor, y el acierto del autor es presentarlo de forma que nos resulte no sólo creíble sino, por qué no decirlo, simpático y cercano.
Y no podía faltar como en toda novela negra que se precie,
una mujer fatal, que será la que determine el destino de Joe, un amor que saca
a flote el ansia de la vida, aunque sólo sea por llevar a cabo una venganza,
que le permitirá sobrevivir en un mundo difícil, donde la traición de los
amigos es el pan nuestro de cada día, donde lo único seguro es la corrupción de
la policía y los políticos.
viernes, 12 de febrero de 2016
Pregúntale al polvo de John Fante
Fante es un escritor que practicó con abundancia lo que hoy
en día se llamaría "autoficción", o casi: la mayoría de sus novelas
están protagonizadas por aspirantes a escritores de origen italiano en la
California de mediados de siglo, es decir, alter-egos poco disfrazados del
propio escritor.
Pregúntale al polvo está considerada como la obra maestra de
Fante. Esta protagonizada por el alter-ego de Fante, llamado Arturo Bandini,
que enfrenta a los enemigos habituales
(la falta de trabajo y dinero, su propia inseguridad, el rechazo o la
indiferencia de los demás...), y además a una relación autodestructiva con una
joven camarera mexicana, Camila, que le dará tanto como le quitará, o más.Temas
recurrentes en los trabajos de Fante son la pobreza, el catolicismo, la
familia, la identidad ítalo-estadounidense, los deportes y la escritura.
Arturo Bandini es un agobiado escritor que vive en un hotel
de Bunker Hill, en una zona venida a menos del centro de Los Ángeles. Viviendo
a base de naranjas, crea inconscientemente una imagen de Los Ángeles de una
moderna ciudad distópica durante la época de la Gran Depresión. Su cuento
publicado, "El perrito rio", no impresiona a nadie en su sórdido
hotel, excepto por una chica de 14 años. Casi sin dinero, Arturo llega al
Columbia Buffet donde conoce a Camilla López, un camarera
mexicana-estadounidense.
Bandini está en busca de aventuras emocionantes en la gran ciudad; no
tiene amigos ni trabajo. Sabemos que vive en una pensión, que quiere ganarse la
vida como escritor y que tiene una madre en algún lugar lejano a la que escribe
cuando necesita plata. Ha caído en la conclusión de para escribir él no ha
vivido lo suficiente. Y a eso va, a vivir y a nutrirse de experiencias.
La novela es un desfile de frescos de la miseria. Desde la
camarera mexicana de la que se enamora y a la que insulta y trata
con desprecio, a las sesiones de prostitución nunca consumada pero financiada
con el dinero de mamá. Bandini elabora una estrategia de supervivencia en un
mundo que parece girar más rápido de lo acostumbrado; un mundo en el que
conviven el puritanismo, las drogas, el
dinero sencillo del entretenimiento y la mendicidad más atroz. Bandini conoce
que no fue criado para todo aquello, oye aun en sus entrañas los consejos
repetidos por su madre; los oye aun cuando la maldad lo llama; los oye aun
cuando el odio típico del inadaptado le enardece.
jueves, 11 de febrero de 2016
En el café de la juventud perdida de Patrick Modiano
París, años 60. En el café Condé se reúnen poetas malditos, futuros situacionistas y estudiantes. Cuatro hombres nos cuentan sus encuentros y desencuentros con Louki, la hija de una trabajadora del Moulin-Rouge. Para casi todos ellos la chica encarna el inalcanzable objeto del deseo. Louki, como todos sus compañeros de vagabundeo por un París espectral, es un personaje sin raíces, que se inventa identidades y lucha por construir un presente perpetuo. Lamentablemente, los personajes están mal definidos, hay un montón de cosas que quedan en el aire y no se llegan a entender. Lo mejor es la ambientación en ese París bohemio que enamora por sí solo.
Un París romántico, entre brumas y claroscuros. Los personajes caminan perdidos, entre sombras, como difuminados, buscando su razón de vida y un lugar en el mundo. Arrastran montones de sueños sin cumplir, o por cumplir. El café Le Condé es punto de encuentro para ellos, todos buscan su identidad y sobre todo olvidar su soledad. Poetas malditos, maduros intelectuales situacionistas o patafísicos y jóvenes fascinados por este mundo bohemio y cultural, acuden a su cita en Le Condé para tomar café, beber, charlar y de paso olvidar sus problemas. Son seres sin pasado y sin futuro. No acaban de encontrarse. Buscan algo, pero en el fondo no saben muy bien que.
La estructura de la novela es original. Cuatro voces que con sus recuerdos nos van desvelando una historia, envuelta en la nebulosa atmósfera de un París a media luz, aunque el autor, a medida que se centra en la protagonista, se va alejando del Café Condè y de sus, cada vez más olvidados parroquianos y pierde ese vínculo con lo que parecía un punto de referencia fundamental en la novela, que sigue deambulando por las sombrías calles de Paris hasta un rotundo final.
En el café de la juventud perdida comienza con un narrador en primera persona, que ni se presenta, porque el importante no es él, si no la misteriosa chica de la que nos habla, Louki. Nos relata cómo la conoció, y la impresión que ésta le causó.
Pero él no es el único narrador. Después de contarnos un trozo de la historia de Louki a través de sus recuerdos, da paso a otros narradores, quienes, siempre desde la primera persona, nos van contando sus recuerdos sobre Louki, cómo ellos la percibían. Incluso la propia Louki nos cuenta un retazo de su historia. Y a través de esos diferentes prismas, se va formando en tu cabeza la imagen de tan peculiar personaje. Y aunque ves varias partes que conforman la personalidad de Louki, no podrás ver la imagen completa, ni siquiera al terminar el libro.
En el café de la juventud perdida debería haber sido una gran novela pero falta algo. Algo le falta a la novela. Cuando la terminas, te quedas con la sensación de que le faltan páginas.
En el café de la juventud perdida debería haber sido una gran novela pero falta algo. Algo le falta a la novela. Cuando la terminas, te quedas con la sensación de que le faltan páginas.
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