sábado, 6 de agosto de 2016

América - Franz Kafka

Publicada póstumamente, América es una novela menos conocida que otras del gran escritor praguense (1883-1924). Narra las aventuras de Karl Rossmann, un chico de dieciséis años que es enviado a América por sus padres, tras haber sostenido relaciones con la criada. Una vez embarcado, la rapidez con que entabla amistad con el fogonero y la profundidad que llega a adquirir ese vínculo quedan de manifiesto cuando rompe a llorar al verlo por última vez. Esto a su vez demuestra, desde el inicio de la novela, una insondable falta de afecto en Karl. Pronto aparecerá la figura de un tío radicado en Nueva York, que lo conducirá hacia un ambiente amable, preocupándose además por educarlo con esmero. Para la mala suerte del chico, esta situación dura muy poco ya que, tras un incidente nimio, la actitud de su pariente da un giro asombroso: simplemente se deshace de él sin una explicación congruente. Con esto se le imprime -de entrada- a la obra esa significación desconcertante, tan característica en la narrativa Kafkiana. En pocas páginas se pasa de la cordialidad absoluta a un laberinto de situaciones incomprensibles y complejas. Tanto las extrañas actitudes que van adquiriendo los personajes, como el ambiente tan asfixiante en que se desarrollan, arrojan de improviso al muchacho a una nueva vida en la que tendrá que empezar de cero y en la que conocerá al país en sus más diversos estratos. Sin embargo, no dejará de buscar su camino. Incluso al obtener un empleo (de ascensorista) que en un principio pareciera que lo va a sumir en la completa monotonía -al tratarse de uno de esos desquiciantes y anquilosadores trabajos que no precisan más que pulsar un botón-, Karl logra encontrar algún entretenimiento entre la interacción con los otros chicos y su amistad con Therese (cuya historia es desgarradora, por cierto: otro ser marginado y condenado, que no deja de reflejar la difícil situación en la que se encontraban tantos inmigrantes en esa época). Los mismos malhechores que acompañan al protagonista durante buena parte del relato, (Delamarche y Robinson), son unos pobres seres a quienes la vida los vive y que están sentenciados a padecer lo indecible por ser víctimas de su pereza y de su incapacidad para hacerse cargo de sí mismos. Pero en este libro la verdadera víctima es Karl, un chico listo que construye sus pensamientos de forma sorprendente, pero a quien de manera fatalista todo sale mal, sin que valga actitud, razonamiento o acción alguna dirigida a conseguir lo contrario. Es impresionante el modo en que Kafka narra una historia en la que el personaje no logra dar con una vía de escape y que, además, se muestra completamente incapacitado para resolver las situaciones que se le van presentando. Me llena de desasosiego el haberlo visto condenado a las vicisitudes del destino una y otra vez, en una sucesión de episodios que terminaban para volver a empezar. Y lo más sorprendente es que todo este azaroso y catastrófico relato esté narrado de tal manera que el lector no siente la urgencia de buscar un paño de lágrimas (tiene incluso sus partes divertidas y humorísticas). El capítulo final resulta tan incierto como el resto del libro: contratado para trabajar en el Gran Teatro –que absurdamente acepta a cualquiera que solicite su ingreso-, Karl emprende un viaje hacia la incertidumbre, hacia lo ilusorio (y vanamente prometedor). Y, no obstante, el añadido final a la obra revela una esperanza inusitada, gracias a lo dicho por el gran amigo de Kafka, Max Brod: Sin esta nota del traductor, el final me hubiera resultado muy distinto. ¿Le creemos a Brod? «En el “casi ilimitado” Teatro de Oklahoma encontró Karl -según afirma Max Brod, basándose en insinuaciones orales de Franz Kafka, quien se refería a estos hechos sólo vagamente y con misteriosa y amante sonrisa- su misión, su libertad, su fundamento vital; más aún, hasta volvió a ver allí, como por encanto celestial, a sus padres, a su misma tierra patria.»

viernes, 5 de agosto de 2016

Los Poseidos de Fiodor Dostoiesky

En una ciudad del interior de Rusia, un grupo de epíritus liberales sueñan con cambiar la sociedad. La vieja carcaza rusa se desmorona. Un pequeño grupo de jóvenes va aún más lejos. Afirman ser revolucionarios y, por la fuerza, pretenden un cambio despiadado. Abiertamente toman por asalto la ciudad, organizan reuniones, agitan a los obreros. El film cuenta la acción de esos demonios, sus ilusiones, su locuras y sus saqueos. Los «quinqueviros» de Verjovenskji, según Stepan Trofimovich, son los demonios que se han introducido en el cuerpo de Rusia y «la tienen endemoniada». Unos demonios que provocan tal avidez de tragedia que conduce al abismo. La soberbia suicida del hombre está implícita en esta obra terrible en que se presentan situaciones concretas antes que ideas de carácter general. Para Dostoievski, la violencia es una manera extrema y terrible de afirmar la libertad: Kiriloff se suicida para confirmar su ateísmo: si Dios existe, él no es nadie, pero si no existe, él lo es todo, de manera que el suicidio es la única afirmación posible de su ilimitado poder. Los revolucionarios o «demonios» de «Los poseídos», afirman su libertad por medio de la destrucción de todo tipo de orden. La libertad siempre es destructiva. La reforma y la Ilustración, que tantas cosas importantes aportaron al ser humano, también desencadenaron fuerzas terribles, que, a partir de entonces, fue imposible controlar o reducir. La espléndida y armoniosa sabiduría clásica situó la Edad de Oro en el pasado: pero cuando en la época moderna pasa al futuro, buena parte de las desgracias que afligen a la humanidad proceden de la vana esperanza en ese futuro imposible. El «programa máximo» de los demonios es la destrucción del orden social, de la moral y del espíritu. Dostoievski empieza a publicar «Demonios» en 1870. Entonces fue considerada como una sátira de costumbres extravagantes, y como tal, no despertó temor ni inquietud. Habría de producirse la revolución de 1917 para que confirmara su dimensión profética. Todo lo que luego habría de ser moneda corriente en las sociedades avanzadas de Occidente se encuentra descrito en estas páginas: el snobismo y dandysmo de los nihilistas, la irresponsabilidad de quienes alientan lo que habrá de destruir su mundo y a ellos, con sus personajes característicos, reconocibles e inevitables: el señorito ocioso de buena familia (Stavrogin se define, muy atinadamente, como: «soy un haragán y estoy hastiado»), el resentido con ansia de medrar (Piotr Stefanovich Verkovenski), las damas cursis beatas de la cultura, el escritor afrancesado (implacable retrato de Turgueniev), los pobres diablos como Liamchim, que estaba convencido de que Stavrogin era un gran tipo y tenía muchas influencias. El nihilista es el «dandy» de la revolución que aspira a destruirlo todo para que de las cenizas del mundo viejo surja el orden nuevo; como dice Liamchim: «Para derrumbar los cimientos del Estado, para fomentar la descomposición de la sociedad, para desanimar a todo el mundo e introducir el desorden en los espíritus. Inmediatamente se apoderarían de esta sociedad caótica, enferma, desamparada, cínica y escéptica, con la aspiración de someterla a una idea directora». Los revolucionarios son descreídos, afrancesados y desprecian a su país, porque «cuando no se está enraizado en la tierra, se pierde inmediatamente a Dios». Años más tarde, Ivan Karamazov afirmará tres veces que «si Dios no existe, todo está permitido». La muerte de Dios es la puerta abierta para la libertad absoluta que conduce a la esclavitud más atroz

Las afinidades electivas de J. W. Goethe

La novela de Goethe "Las afinidades electivas" (1809) relata el reencuentro luego de 20 años entre Eduardo y Carlota, quienes deciden casarse y vivir juntos cada momento de sus vidas para compensar todos los años perdidos. Pero ante la llegada de Otto (amigo de infancia de Eduardo), y de Otilia (hija adoptiva de Carlota), su relación se verá alterada debido a fuertes atracciones entre Carlota y Otto, y por otro lado entre Eduardo y la joven Otilia. En la película, parece haberse querido conservar o recrear la impronta romántica de la novela de Goethe junto con su espíritu racionalista. Hay, por eso, una curiosa conjunción de idealismo utópico y de decoro convencional; de educación, ciencia y de pasiones elementales; de obligatoriedad moral que frena la irracionalidad romántica. Al ser trasladada la acción a la Toscana, cerca de Pisa, la luz da a todo, sin anular lo anterior, el protagonismo de lo mediterráneo: ya no es el castillo de la novela, sino un palacete en el campo, desde el que se establece continuidad visual con el paisaje, claro y soleado, el agua transparente, y el bosque, traspasado de luz. El agua y la luz dan un carácter definitivo a esta bellísima estampa de amor refinado y trágico. Los hechos son ciertamente trágicos, pero distanciados, solemnes, elegantes; como si la educación racionalista no permitiera a la naturaleza humana gritar, y a veces ni siquiera hablar. Carlota y Eduardo se encuentran tras años de ausencia y reviuven su primer amor. Casados, se establecen en ese palacete del campo, sobre el que proyectan obras de ingeniería para hacer productiva su gran propiedad rural. A pesar de la reticencia de Carlota, Eduardo llama, para esta tarea, a su amigo de la infancia Otto, arquitecto. Como si lo presintiera, Otto y Carlota se sienten mutuamenmte atraídos, y ella, para evitar lo indebido, llama a su lado a su ahijada Otilia. Pero ésta y Eduardo se sienten apasionadamente atraídos también. Planteada así la situación, en esa pugna entre la "afinidad" y la "elección", unos pelearán por el bien domeñando su naturaleza, otros caerán y rectificarán, otros se dejarán arrebatar por la pasión hasta ir contra los lazos más fuertes de la sangre y del deber. El desarrollo del argumento hasta su final es, como así es la novela de Goethe, melodramático; aunque los hermanos Taviani, tanto en el movimiento de cámara como en la dirección de actores, hacen de todo él un juego de contención y mesura, de distanciamiento incluso. La interpretación es sobresaliente, magnífica en Isabelle Huppert (Carlota), que consigue en pequeños gestos, apenas esbozados, traducir su turbado mundo interior. La novela de Goethe no es hoy un best-seller; sin embargo, mantiene viva la realidad de la condición humana, su interés y ejemplaridad. Y la película de los Taviani es sin duda una obra digna de aplauso, que no está, a pesar de los fallidos intentos de la propaganda, en la línea de un dislocado erotismo —unas cuantas imágenes sacadas de contexto y magnificadas—, sino en la línea de lo arriba señalado, fiel al espíritu de Goethe.

El extranjero de Albert Camus

Meursault, un típico trabajador de oficina, recibe la noticia de la muerte de su madre en un asilo cerca de Argel. Hacía tres años que ella vivía en un asilo de ancianos. La noticia obligaba a Mersault a ir al velatorio y al entierro. Sin embargo, durante su velación y entierro no siente mayor tristeza ni tampoco llora. No quiso ver a la muerta. Al día siguiente, sábado, fue al balneario. Allí estaba una compañera de trabajo llamada María. Cuando María le pide matrimonio, le responde que el matrimonio para él era algo irrelevante y le daba igual, y que no la amaba pero si era lo que ella quería lo iba hacer. El relato muestra asi a un hombre que no es un viajero, ni un turista; sino mas bien un ser con una visión distinta de la vida, un hombre inundado de desidia, desinterés por la amistad, por el amor, hasta incluso por su propia muerte; un hombre que por poseer una visión distinta a la de los demás es tratado como un “extranjero”. Meursault es indiferente hacia el mundo y hacia la gente. No le importa mucho cambiar o superarse, el simplemente hace las cosas como se le van presentando. Su problema es que no le pone interés a nada de lo que le sucede. Al mismo tiempo el relato da cuentas de una sociedad señaladora e ilógica; donde todos estan prestos a juzgar a los demás por lo que hacen o dejan de hacer, una sociedad que amenaza sin piedad a aquellos que sean “diferentes”, aquellos que por una u otras razones son llamados “extranjeros” en sus propios hogares. También otro personaje que se muestra en la obra es Raimundo, era vecino y buen amigo de Meursault, el tenia problemas con su mujer y le pidió a Meursault que si podía mentirle a la policía que quería interrogarlo, él acepto. Días despues su amigo Raymond lo invita a pasar un domingo en una cabaña junto a la playa. A Raimundo, por los problemas que tenía con su amante, lo perseguían unos árabes, que querían matarlo. En la playa llegan los tres a alojarse en la casa de un amigo, llamado Masson que vivía con su esposa. Al mediodía, los tres hombres salen a caminar. Aparecen los árabes que persiguen a Raimundo. Pelean, Raimundo es acuchillado y regresan. Raimundo sale nuevamente a buscar… ¿a los árabes?, lleva un revolver. Sin saber por qué Mersault lo sigue. Otra vez frente a los árabes, Mersault disuade a su vecino de disparar, le pide el arma y se van. Pero Mersault se queda el la playa y retoma el mismo camino. Ve a los arabes y sin conciencia mata a uno con 5 balazos. En el momento en el que comete este asesinato, Meursault ya se da cuenta de que este acto le traerá muchos problemas. Pero aunque sea consciente de su acto, no se siente moralmente culpable ni le importa haber matado a un hombre. Meursault se enfrenta entonces a un juicio en el cual la insensibilidad por la muerte de su madre parece más importante que el propio asesinato. Comenzó una larga sesión de interrogaciones y declaraciones entre Meursault y los funcionarios, así sucesivamente se presentaban las entrevistas con motivo de intentar que Meursault reconociera su culpabilidad, además de tener visitas de María que tenía las ilusiones de casarse con él cuando saliera. Meursault es declarado culpable, y sentenciado a muerte.

Muerte en Venecia de Thomas Mann

Gustav von Aschenbach es un compositor que, ya en sus años de madurez, delicado de salud, y con un sentimiento de fracaso ante la poca aceptación de sus últimas obras, viaja a Venecia para gozar de unos días de reposo. Aschenbach considera los viajes como una simple “medida higiénica” a tomar de vez en cuando. Pero su visión cambia cuando inicia el viaje a Venecia, en busca de los antiguos valores clásicos como escapatoria de la sociedad en que vive así como de su propia vida. Al llegar, en vez de encontrar un ideal de hermosura y virtudes, se enfrenta a una ciudad sucia y enferma, donde reinan el lucro y la corrupción. En esta decadente e inspiradora ciudad fantasma de los canales, se enamorará platónicamente de un adolescente centroeuropeo llamado Tadzio, de sobrecogedora belleza andrógina. En el Hotel Des Bains llama su atención una familia de turistas polacos en la que se encuentra el bellísimo adolescente por el que siente una súbita e intensa atracción. Vagará contemplando la hermosura del muchacho y de la propia Venecia, saboreando el declive progresivo de ésta y asimismo el de su propia vida, cercana ya a su final. Tadzio tiene 14 años, es bello, joven y aparentemente perfecto, pero tiene un pequeño defecto: es tan débil y enfermizo que Aschenbach asegura que “no llegará a viejo”. Esta vez, la esperada belleza se halla también degradada y rebajada sin la supremacía de tiempos arcaicos. Muestra así su cara más traicionera: su condición de efímera. Al menor soplo resbala y se pierde, mostrándose muy poco segura como para fiarse de ella. Tanto la novela original como la película constituyen, aparte de un relato narrativo de los sucesos acontecidos a Gustav durante su estancia en Venecia, una ilustración, oda, alegato y homenaje a aquella belleza perfecta, pura y plena de la que habla Platón en el Fedro y el Banquete: Gustav se encuentra frente a la belleza inalcanzable, aquélla que es bella por sí misma. Esta belleza es perfecta; por ello Tadzio, el objeto de obsesión de Gustav, no intercambia palabra alguna con él; ya que el sentido de perfección no posee un carácter mundano, sino que va más allá de éste. Es un sentido trágico, en donde el hombre (Gustav) encuentra que su razón de ser y vivir ha llegado a su plenitud, por lo que decide recrearse en contemplar esta belleza, pese al hecho de encontrarse en el macabro escenario de una ciudad en plena epidemia de cólera. Finalmente, Aschenbach encuentra la muerte producto de su anhelo de una vida estética según los ideales clásicos. Su amor por el adolescente lo hace permanecer en la ciudad que en esos momentos es víctima de una infecciosa peste, provocando así el deceso de Aschenbach. Este personaje está basado en el compositor Gustav Mahler.

El Castillo de Franz Kafka

K. es un agrimensor que llega a la aldea del castillo para cubrir una demanda de empleo. Sin embargo, las dificultades del viaje le han retrasado un año. Cuando llega, descubre que la situación es increíblemente enrevesada. La decisión de contratar a un agrimensor ha sido revocada, y pronto K. se encuentra perdido sin otra cosa que hacer que luchar contra el resbaladizo sistema del castillo para que le compensen el error. En el camino, conocerá a Frieda, dependiente y elegida del mesón que frecuenta el regente del castillo y la aldea, Klamm, un individuo absolutamente misterioso. Frieda le sigue, se enamora, más o menos, de K., se casan y le acompaña en su caída con tanta paciencia como perplejidad. También entablará cierta amistad con Barnabás, un mensajero del castillo y su única vía de comunicación con su interior, pero también una especie de paria en la aldea. Conoce a su familia y a sus hermanas, que tanto le ayudan como le entorpecen en su intención de entender las reglas de la aldea y llevar su demanda hasta el interior del castillo. Se peleará con sus dos ayudantes, bufones, histriónicos, insoportables pero también frágiles. Se verá obligado a aceptar un puesto de bedel en una escuela, se enfrentará a la desconcertante audiencia de los ministros que atienden las solicitudes de los aldeanos. En definitiva, K. resbalará sobre una superficie helada cada vez que intente penetrar en la surreal organización de la aldea. Los personajes parecen salidos en realidad de un extraño País de las Maravillas, cada uno con una lógica y una expresividad propias. Algunos momentos, como la escena de los dos ayudantes rogando y solicitando desde lo alto de un muro nevado, o la audiencia de los ministros en el mesón, son realmente memorables. Uno queda atrapado en la esperanza de ver aclarada esa terrible confusión, esperanza que no se cumple realmente. La historia permanece suspendida en el tiempo y K. comienza a darse cuenta de que cuanto mayores son sus esfuerzos por alcanzar su objetivo -hacerse un sitio en esa pequeña comunidad de acogida y llegar al castillo- más lejos está de alcanzarlos.

Sherlock Holmes: Estudio en Escarlata

El libro titulado Estudio en Escarlata de Sir Arthur Conan Doyle esta principalmente narrado por el doctor Watson y nos cuenta en como Sherlock Holmes, su compañero de piso, resuelve un caso que los demás detectives, en un determinado, momento les parece imposible de averiguar. La historia comienza con el doctor Watson que llega a Londres y busca a alguien con quien compartir piso y encuentra a Sherlock Holmes que practica el arte detectivesco. A Watson le impresiona mucho las deducciones que Holmes sobre determinadas cosas. Un día ocurre un asesinato y Holmes y Watson acuden inmediatamente al lugar del crimen. En cuanto llegaron Sherlock Holmes sin perder ni un momento comenzó a recabar pistas y a hacer preguntas. A la mañana siguiente Holmes sigue a hombre del que tiene motivos para pensar que es el asesino pero se le escabulle siempre. Mientras los demás detectives seguían pistas falsas Holmes era el único que seguía la pista que él consideraba certera, y cuando sucedió una muerte que a todos les extrañaba y les desconcertaba a Holmes le servía para encajar todas las pistas en su sitio. Finalmente Sherlock Holmes casi como por arte de magia hace que suba a su piso una persona y delante de sus amigos detectives y del doctor Watson y sin que la persona sospeche nada la arresta diciendo con toda certeza que es el asesino. Luego al asesino lo llevan a tomar declaración y el con toda la tranquilidad les dice como y porque mato a las personas que mató. Más tarde ya en casa de John Watson y de Sherlock Holmes, este último empieza a contarle porque sabia que el asesino era esa persona y todas la cosas que decía coincidían con todas la cosas que el asesino contó a la policía.

Un amor de Swann de Marcel Proust

"Por el camino de Swann" de Marcel Proust es el primer volumen, publicado en 1913, de los siete que componen uno de los ciclos novelísticos más admirables de la historia de la literatura: "En busca del tiempo perdido". El libro se divide en tres partes, todas ellas variaciones sobre el tema del tiempo que inexorablemente queda atrás: "Combray", el pueblo de la infancia del protagonista, que lo rememora antes de dormir; "Un amor de Swann", o el despilfarro del tiempo en un amor, el de Odette y Swann, acosado por los celos; "Nombres de países: el Nombre", que gira en torno a los recuerdos de la adolescencia. La obra comienza con uno de los episodios más célebres de la literatura universal: la evocación de la infancia a través de la degustación de una magdalena. Algo tan simple como esto permite al narrador recobrar los lugares y las personas fundamentales que llenaron su niñez. El narrador rememora su infancia en París y en el pueblo de Combray, cuyos caminos conducen a casa del refinado Swann y al castillo de Guermantes. Tras un desengaño con la hija de Swann, Gilberte, describe sus experiencias en una playa de moda, Balbec, y su nuevo amor por Albertine. Las localidades de Balbec y Combray (en la realidad Cabourg e Illiers-Combray respectivamente) son detalladamente descritas en la obra; por eso, son muchos los admiradores del autor que las recorren en busca de sus huellas en paisajes y lugares. "Un amor de Swann" es casi una novela dentro de la novela en este primer volumen. Charles Swann, un joven y rico judío aceptado entre la aristocracia parisina de la Belle Epoque, se obsesiona por la bella prostituta Odette de Crécy, que a primera vista “no le gustaba”. El narrador reconstruye los amores de Swann y Odette, llenos de celos, pasiones y dudas, antes de su matrimonio. «¡Y pensar», exclama Swann al final del relato, «que he malgastado los mejores años de mi vida, que he deseado la muerte y he sentido el amor más grande de mi existencia, todo por una mujer que no me gustaba, que no era mi tipo!». La película de Volker Schlöndorff “Un amor de Swann” recorre un día de la vida de Charles Swann. Lo encontramos acompañado por la duquesa de Guermantes, de su amigo el Barón Charlus, y, por supuesto de Odette Crécy. Más que una adaptación de la obra En busca del tiempo es una recreación que toma el libro como excusa para hacer un retrato fidedigno del París de la Belle Epoque y del retroceso que había experimentado la burguesía después de su triunfo en la Revolución Francesa, sin dejar de ser la clase ascendente. Las clases populares relegadas al lugar de la servidumbre en un mundo de ociosos están representadas como objetos sin alma, integrados en la decoración de las habitaciones, siempre pendientes de los deseos del señor y oyendo las conversaciones más escabrosas sin pestañear. La aristocracia marcaba el gusto y decidía quién entraba y quién no en sus grandes mansiones; frente a ella una burguesía ruidosa y vulgar, patrocinaba a nuevos talentos de la literatura o la pintura, y formaba sus propios círculos, con escasos traspasos entre ambos universos. Swann se enamora de Odette Crézy, prostituta de lujo del círculo de Madame Vedurin, que jamás sería aceptada en el aristocrático círculo del judío erudito. Ambos juegan sus cartas: Charles siente una pasión enfermiza, de origen intelectual, tras asociar un rostro que en principio le parece vulgar, con la imagen de Shefora, la hija de Jetro y esposa de Moisé, de Boticelli, y está dispuesto a perderlo todo por satisfacer su capricho; Odette aspira a salir de su mundo sórdido de relaciones pagadas, casándose con su amante, y, buena conocedora de la sensibilidad masculina y de los juegos de poder en las relaciones amorosas, maneja a su antojo las inseguridades y los celos de Swann. Un día en la vida del protagonista es suficiente para transmitir al espectador estas sensaciones. En el epílogo vemos al personaje, ya viejo, confesando a su amigo Charlus, que siente que ha perdido mucho tiempo precioso de su vida, que ya no puede recuperar. Los miembros selectos de su grupo aristócrata no sólo excluyen de por vida a Odette, sino a su hija Gilberte, como si de una bastarda se tratara; los hombre recuerdan sus contactos con Odette a cambio de 500 francos. Marcel Proust nació en el seno de una familia acomodada. Fue un niño asmático especialmente propenso a los desarreglos bronquiales y, por tanto, muy sensible al cuidado de la madre, una de las figuras capitales en su vida. Estudió en el Liceo Condorcet y muy pronto inició la carrera de Derecho, que abandonaría poco más tarde para relacionarse con la sociedad elegante de París. La muerte de su madre, ocurrida en 1905, supuso un antes y un después en la vida de Proust y posiblemente también en la suerte de la narrativa contemporánea. Tras un breve período alejado de toda actividad literaria y en el que se recrudeció su asma, tomó la decisión de abandonar la vida mundana y un tanto frívola de los salones aristocráticos para recluirse a escribir. La edición de 'Por el camino de Swann' fue costeada por el propio autor. La publicación pasó desapercibida para el público. Pero Proust continuó escribiendo. Su afiebrada obstinación obtuvo sus frutos con la aparición de 'A la sombra de las muchachas en flor' (1919); el libro obtuvo el prestigioso premio Goncourt. 'El mundo de los Guermantes' (1920), 'Sodoma y Gomorra' (1922), 'La prisionera' (1923), 'La desaparición de Albertina' (1925) y 'El tiempo recobrado' (1927) completan este monumento al tiempo interior y a las preguntas sin respuesta. Las tres últimas partes se editaron póstumamente. Proust falleció de un absceso en los pulmones un 18 de noviembre de 1922. Tenía 51 años. Reza la leyenda que la última palabra que pronunció fue “madre”.

El largo adiós de Raymond Chandler

"La primera vez que posé los ojos sobre Terry Lennox, él estaba borracho en un Rolls Royce Silver Wraith, frente a la terraza de The Dancers. Tenía un rostro de aspecto juvenil, pero su cabello era de color blanco hueso." Son las palabras del narrador, el irónico y sentimental detective Philip Marlowe, al comienzo de esta admirable novela, acaso la más lograda de su autor y también uno de los libros más conmovedores y poderosos del siglo XX. La escribió mientras su mujer, Cissy, se estaba muriendo y es una novela que alcanza una intensidad emocional nunca lograda en este género hasta entonces. Uno lee esas primeras palabras y ya sabe que la relación entre Philip Marlowe y Terry Lennox no va a ser trivial. Pero, ¿quién es Terry Lennox?. Una buena parte de la gracia de esta novela estriba en que nunca se termina de averiguarlo del todo. Al principio no es más que un alcohólico, casado con una casquivana millonaria que lo trata como un pelele y cuya tiranía él acepta mansamente. Pero tiene maneras distinguidas, su trato resulta agradable y establece con Marlowe, que lo recoge del suelo en medio de una de sus formidables melopeas, una sintonía inmediata. Es imposible no simpatizar con Lennox, porque hay en él algo que inspira ternura, porque parece indefenso y a la vez fuera del alcance de todos. A fuerza de ir juntos al Victor’s, un bar semivacío donde siempre beben lo mismo, gimlet, Marlowe y el borracho acaban por tomarse afecto. Terry Lennox le cuenta que su mujer, Sylvia, le ha abandonado. A Marlowe le intriga la educación y el acento inglés y la afabilidad de Lennox. Al cabo de unos meses se vuelven a encontrar y Lennox le cuenta que se ha vuelto a casar con su ex-mujer. Entonces, Terry Lennox aterriza en el ático de Philip Marlowe una buena noche de verano a las cinco de la madrugada pidiéndole que le lleve al aeropuerto de Tijuana. Parece como si hubiera matado a su mujer, Sylvia, pero Marlowe no avisa a la policía porque no cree que haya sido Lennox. Su mujer había aparecido muerta en la casa donde solía encontrarse con sus amantes, con el rostro reducido a una pulpa sanguinolenta. Terry le pide a Marlowe ayuda para huir a México. Marlowe, sin hacer preguntas, le lleva en su coche al otro lado de la frontera. Al regresar a casa se encuentra con que la policía le pide explicaciones de mala manera. Marlowe se encuentra en su casa al sargento Green y al detective Dayton. Marlowe no coopera y se lo llevan a la comisaría. Termina entre rejas acusado de complicidad en un asesinato, y le sueltan cuando las autoridades del pueblecito de Otatoclan informan del suicidio de Lennox. Asi Marlowe se entera de que Lennox se ha suicidado. Pero antes de matarse, su amigo tuvo tiempo de enviarle una carta, y con ella un ejemplar de un raro billete: uno que lleva un retrato de Madison y vale 5.000 dólares. En la carta, Terry le dice adiós y le pide que vaya al Victor‘s a tomarse un gimlet en su memoria. Y Marlow cumple el encargo. De manera que Marlowe ayuda a escapar a México a un amigo rico, al que cree inocente del crimen del que es acusado, y eso primero le cuesta la cárcel y luego le abre las puertas de la alta sociedad californiana, saliendo de todo el asunto más escéptico que nunca. A partir de aquí, y esto sucede antes de completar el primer tercio del libro, Terry Lennox está ausente, y sin embargo sigue teniendo un protagonismo intenso en la historia. Por creer en su inocencia, Marlowe inicia una tortuosa investigación que le depara mil sinsabores: la policía le detiene y le golpea, un mafioso local le amenaza y el opulento padre de la difunta, que no quiere escándalos, le sugiere que más le vale abandonar sus indagaciones. Un segundo argumento empieza cuando Howard Spencer, un periodista, llama a Marlowe para pedirle que cuide de Roger Wade, un escritor alcohólico, un tanto violento, y que desaparece de vez en cuando. Con estos dos planteamientos se va desarrollando y entramando el argumento de esta obra. Esta obra es en la única en la que Marlowe tiene una relación con una mujer, Linda Loring. Pero también conoce a una criatura de ensueño, la ausente rubia de ojos violetas Eileen Wade, ante cuya apabullante aparición el detective improvisa una teoría sobre las rubias sencillamente antológica. Eileen Wade es una asesina totalmente convincente, pero el hecho de que cometa dos asesinatos casi carece de importancia. En realidad lo importante es el estudio del conflicto de las lealtades y el estudio del personaje Terry Lennox. La novela comienza con el misterio de Terry lennox, luego el misterio de Roger Wade. La conexión entre ambos es Eileen Wade antes mujer de Lennox y ahora de Wade. Cuando ella confiesa los dos asesinatos y se suicida, el interés vuelve a Lennox, con quien el libro termina. A lo largo de su investigación, Marlowe conocerá a otro Terry Lennox: su pasado oscuro y trágico, la verdadera índole de sus sentimientos y de su carácter. Tanto Lennox como Marlowe son personas solitarias, desencantadas y destilan cinismo. Estas características los acercan y les permite compartir gimlets en un par de bares que comienzan a frecuentar. El tratamiento del tema de la amistad nunca había recibido tanta dedicación por Chandler y su exploración le permitió realizar su novela más ambiciosa y mejor lograda por la elaboración psicológica de sus personajes. La amistad entre Lennox y Marlowe se desenvuelve con aparente naturalidad, aunque el primero mantiene un incómodo secreto y el segundo se aferra a una lealtad que incluso lo enfrenta con la policía. A la postre se descubrirá la asimetría de su relación y la flaqueza de los andamios que la sostenían. A lo largo de la trama, Marlowe va recolectando desengaño tras desengaño y, por ello, vemos que el personaje se va suavizando y manifiesta menos cinismo que en los otros libros. Incluso los editores de Chandler le enviaron una carta muy cortéz, pero que manifestaba su discordancia por el nuevo sentimentalismo del personaje. En un principio, Chandler realizó algunas correcciones para endurecer a Marlowe, pero, después de un viaje a Inglaterra, prefirió romper con la editorial y mantener el giro romántico de Marlowe. Él mismo se reconocía, en esos momentos, como un sentimental y dijo "Soy lo bastante anticuado para estar profundamente enamorado de mi esposa después de veintiocho años de matrimonio." Marlowe que se niega a dejarse ganar por la realidad y donde, para no renunciar a la amistad, cierra consciente y deliberadamente los ojos ante el hecho de que su amigo, el hombre por el que él ha mentido, ha sido vapuleado y ha mantenido la boca cerrada, le ha traicionado desde el principio. Como se ve, la obra de madurez de Raymond Chandler, El largo adiós, discurre a través de una compleja trama. El detective no sólo encarna aquí, una vez más, una honradez y rectitud que, por raras, lindan con la extravagancia, sino que a lo largo del libro, tanto él como el resto de personajes que se imbrican en la acción, son matizados con una sensibilidad que hace que la novela trascienda de forma indudable de las convenciones del género. Al paso, Chandler va trazando un vivo retrato de la sociedad californiana de su tiempo y una demoledora descalificación del american way of life: una civilización de brillantes envoltorios que principalmente contienen basura, en las palabras del magnate Harlan Potter, tan vigentes ahora como en 1953 (si no más). Como nunca antes, la propia ciudad de Los Ángeles se manifiesta contundentemente como si fuera otro complejo y desilusionado personaje. En suma, El largo adiós es una lección sobre cómo contar una historia, una galería de personajes plenos y seductores, instantes para la risa y para la emoción y, sobre todo, una mirada moral sobre el mundo. No se puede pedir más. Raymond Chandler nació en Chicago en 1888. Se educó en Inglaterra, publicó ensayos y poesías en algunas revistas, fue funcionario público, comandó un batallón canadiense en la Primera Guerra Mundial y a los 30 años se convirtió en ejecutivo de una compañía petrolera. Se enamoró de una mujer casada 17 años mayor que él, con la que se casó después de que ella se divorció. En 1932, en plena Depresión, fue echado del trabajo por ausentismo, originado en su agudo alcoholismo. Entonces trabajó de empleado bancario, de vendedor de raquetas de tenis y de recolector de duraznos. A los 45 años se decidió definitivamente a escribir (su vocación postergada largamente). La revista "Black Mask" le publicó en 1933 su primer cuento, "Los chantajistas no disparan". Recién cuando Chandler tenía 51 años, en 1939, apareció "El sueño eterno", la primera novela de su cínico, solitario y alcohólico alter ego, Philip Marlowe. Después vinieron "Adiós muñeca" (1940), "La ventana siniestra" (1942), "La dama en el lago" (1943), "La hermana menor" (1949), "El largo adiós" (1953) y "Playback" (1958). Chandler se desbarrancó la tras muerte de su esposa en 1954, luego de una larga y penosa enfermedad. Recrudeció su alcoholismo, e intentó suicidarse. El 26 de marzo de 1959 falleció de una neumonía, a los 70 años, en La Jolla

El secuestro de Miss Blandish de James Hadley Chase

Cuenta cómo unos delincuentes de poca monta planean robar un caro collar de perlas a la joven heredera de la fortuna de los Blandish. Pero todo se tuerce, y el asesinato del acompañante de Blandish los lleva a tener que secuestrarla. Y todo se estropea aún más (es una constante en las novelas de Chase que situaciones aparentemente controladas se tuerzan repetidas veces) cuando los secuestradores cae en manos de otra banda más dura y cruel, la de los Grisson (inspirada a su vez por el célebre caso del clan de Ma Baker), que liquida a los aficionados, cobra el rescate haciéndose pasar por ellos y, debido a la rara sexualidad del cabecilla de los Grisson (y títere a su vez de su despótica y terrible madre), deciden no liberar a la rehén y quedársela como esclava sexual de Slim Grisson. El señor Blandish encarga a un periodista reconvertido en investigador, Dave Fenner, rescatar a su hija. Cueste lo que cueste. A medida que pasa el tiempo y crece la incertidumbre entre la familia Blandish, Slim, influido en exceso por su dominante madre, se irá enamorando progresivamente de Barbara, quien a su vez trata de seguirle el juego para, de esta forma, intentar escaparse. Slim es un enfermo perverso que responde a las órdenes de su madre, la verdadera líder la pandilla Grisson. Ma Grisson es una vieja siniestra que somete a terribles tortura psicológicas y físicas a la joven Blandish. Por supuesto, no falta un duro detective como Fenner, quien se enfrenta a los peligrosos villanos para intentar rescatar con vida a la víctima. El Personaje de Ma Grisson estuvo basado en la legendaria delincuente Kate “Ma” Baker, cuyos hijos formaron la famosa pandilla Barker-Karpis que entre 1931 y 1935 fueron responsables de numerosos crímenes en los Estados Unidos. En realidad este libro de Chase publicado en 1939 fue el que la convirtió en una leyenda a la mujer, ya que de acuerdo al FBI, la señora no dirigía la banda que formaban sus hijos. Más bien era un cómplice, debido a que solía ayudarlos en sus golpes. Ma Barker fue acribillada por oficiales del FBI cuando intentaron detener a su hijo Fred, quien también murió en el tiroteo el 15 de enero de 1935, en Ocklawaha, Florida. En realidad la imagen de criminal que le dieron a la señora Barker fue creada por el FBI para justificar el asesinato de la mujer. La banda de los Grissom es una adaptación de El secuestro de Miss Blandish, a partir de la cual Aldrich elaboró una tragedia cínica y sangrienta, utilizando magníficamente. Aquí la época de la Depresión no es un mero telón de fondo destinado a poner de relieve la fotogenia de los trajes o los escenarios de entre finales de los veinte, momento en el cual se produjo el tristemente célebre crack financiero de Wall Street, y buena parte de la década de los treinta, durante la cual la nación norteamericana sufrió profundamente las consecuencias de esa debacle; por el contrario, aquí la pobreza resulta física, palpable, y sobre todo, ofrece un doloroso contraste entre los personajes ricos, tal es el caso de la secuestrada Barbara Blandish, y los pobres, los componentes de la banda de los Grissom, que se apoderan de ella y pretender cobrar un millón de dólares por su rescate. Lo que al final subyace en el fondo del relato no es tanto un agudo dibujo de las diferencias de clase social como, en particular, la descripción del odio a ultranza, el desprecio visceral y sin miramientos, que hay entre todos y cada uno de unos personajes descritos sin el menor asomo de simpatía hacia ninguno: los Grissom, odian a su prisionera, Miss Blandish, por el mero hecho de ser, al contrario que ellos, una persona adinerada; y la joven Barbara Blandish, caprichosa y acostumbrada a tener todo lo que le viene en gana sin esfuerzo, les detesta no tanto porque la hayan secuestrado como, precisamente, por el hecho que de que sus secuestradores no sean más que unos muertos de hambre… Ni que decir tiene que el panorama humano que muestra Aldrich en La banda de los Grissom es tan áspero, cruel y sin entrañas, que no resulta de extrañar que la violencia entre los personajes brote aquí más espontáneamente que nunca en la carrera de este virulento cineasta. Resulta inolvidable al respecto la dura secuencia en la que, tras haber rechazado los avances con miras sexuales de Slim, el más joven y retrasado miembro de los Grissom, Barbara reciba una brutal paliza a puñetazos por parte de Gladys «Ma» Grissom. De hecho, ninguna de las relaciones humanas que se entablan en el film hace gala del menor signo de afectividad: «Ma» Grissom detesta a su marido, Doc, que le parece un pusilánime (de ahí que, en el violento clímax final, todavía tenga tiempo, en medio del tiroteo con la policía, para aprovechar que Doc se da la vuelta tras decirle que la deja y pegarle un tiro por la espalda…); el millonario John P. Blandish mira con desprecio al detective privado que ha contratado, Dave Fenner, porque le parece alguien «inferior» a él, aún tratándose del único hombre que puede recuperar a su hija con vida; entre los hermanos Grissom hay, asimismo, considerables dosis de resentimiento, sobre todo a raíz del momento en que «Ma» Grissom decide que lo mejor que pueden hacer con Barbara después de haber cobrado el rescate es acabar con ella: ese anuncio pone sobre aviso a Slim, que en su locura se ha enamorado de Barbara y con tal de protegerla de su familia está dispuesto, incluso, a matar a su propia madre. No es de extrañar, en este sentido, que el único apunte sentimental de semejante relato venga dado, paradójicamente, por la historia de amor imposible entre Barbara y Slim, la chica rica y el delincuente demente: los dos extremos de una trama que parece moverse, asimismo, entre la soberbia y la locura.